viernes, septiembre 23, 2005

Gente Latera

Caminaba por Isidora pensando en un increible almuerzo en el Tiramisú, contenta porque es viernes y porque esta noche toca La Mano Ajena en el Clandestino (el domingo tocarán en el Parque Bustamante al mediodía), relajada por la siesta que se venía para la tarde, toda una contentura dispuesta a seguir así el resto del día, cuando de pronto ...

-Celeste?? Celeste!!
-si?
-Hola como estay!
-mm bien ?
-no te acorday de mi!!, la Magda!
-Magda, verdad, no te caché así tan rubia, sorry.

La Magda. Fuimos compañeras dos años en la U, y luego ella se retiró ni recuerdo por qué. La verdad es que poco me acuerdo de ella, a pesar de que íbamos juntas al Loft (q tiempos :S) y fumábamos pitos como locas, en una época en que bien poco me importaba socializar demasiado y me parecía notable pasar las tardes acompañada de una cerveza, un cigarro y un buen libro. La Magda era toda top, muy ondera y tenía puros romances trágicos con tipos muy huecos y desgraciados. Me divertía su locura y su ánimo totalmente distinto al mío, ella toda graciosa y saltarina, y yo bastante poco entusiasta, insegura y tímida.

Y ella tenía algo que me encantaba sobre todas las cosas del mundo: un hermano exquisito. El Jose. Léase "Jóse". Con acento en la "o". El Jose fue una de mis primeras obsesiones sexuales infernales. Tenía millones de atributos adorables, era dulce, tranquilo, le gustaba la música y le encantaba Sábato, me conversaba sobre Faulkner y Onetti, comentábamos ciertos textos, ciertas leseras sociales, cuestiones reflexivas que yo apenas descubría y que a veces me parecían una infección letal. En resumen, era absolutamente brillante. Y, entre la calentura que me provocaba verlo mover sus manos mientras hablaba sobre nuestro Leviatán y mi espera de cada día por ser invitada a esa casa a maravillarme con ese hombre, pasó mi amistad con la Magda.

Volviendo a ella y su blonda cabeza, ahí estaba yo parada sin saber si seguir mi camino o hacerme la amable y escuchar el resumen de esa vida tan ajena, y por ende elaborar mi propio resumen, cosa que me carga hacer.

-y que haces por aquí?
-ehm, yo trabajo acá cerca ...
-si, y pa donde vai?
-para allá -dije, esperando que ella fuera para el otro lado, claro.
-yapo, yo también voy para allá, tengo que ir a hacer un trámite a la municipalidad.

Demonios.

Sin que yo preguntara nada, ella se largó con el discurso sobre su pega, su novio Ingeniero "Puc", su departamento y su encuentro con Juanito y Pepito en el Borde Río y el viaje a Buenos Aires. Después me tocó el turno, y dije: "yo, igual que siempre, piola". Siempre digo la misma tontera, es mi muletilla de la vida.

"Igual que siempre, piola"

Qué huevada mundial. No sé porque me provoca tanta lata hablar de mí, decir, mira bien, me casé, tengo dos niñitas, trabajo acá, hago spinning, voy al spa 3 veces a week, no sé, cualquier lesera!. Pero nada. En realidad, me carga que mi resumen tenga que ver con cosas de ese tipo: dónde trabajo, que estatus de vida tengo, a qué peluquería llevo a mi perro. Es tan difícil transmitirse en dos palabras.

La cosa es que a mi eléctrica ex-compañera poco le importó mi sintética descripción y se largó con la historia de su novio, exquisito, mi mamá lo adora y su mamá me adora, nos vamos a casar el otro año, y ¿tú te casaste tan joven?, y dos niñitas!!, me M-U-E-R-O, con lo cobarde que soy, galla, te pasaste, ídola!

-mm las tuve por cesárea.
-pero galla! que trshemendo! ¿y como te quedó la guata? no, que atroz!.

No hay cosa que me cargue más que la gente latera. Me apestan esas personas que pueden pasar demasiado tiempo siendo igual de huecos, cero evolución, gente que uno puede dejar de ver 10 años y mantienen el mismo discurso sobre la vida.

-Quién lo diría oye que ahora estás toooda una dueña de casa!

Es que si hay otra cosa que me parece inaceptable es que la gente crea que porque uno se casa se pone a amasar pan y atender al marido. No es la primera vez que alguien me sale con una lesera así, o al revés, me han dicho "no puedo creer que estés casada y tengas dos hijas", como si eso fuera una enfermedad terminal que condena a las personas a jardinear el resto de la vida.

En total caminamos 4 cuadras que me parecieron una tortura. Mientras ella hablaba, yo me acordaba del Jose, hacía demasiado tiempo que no pensaba en él, y esperaba que ella misma me contara algo sobre la vida de su hermano. Pero nada. Ni luces.

Intercambiamos teléfonos, le di hasta mi e-mail, acepté una invitación para conocer a su novio y yo presentarle a Marido, me subí al auto y antes de encender el motor me dí un minuto para pensar en ese romance olvidado...

Entonces me dí cuenta de que tenía un maldito parte empadronado pegado en el vidrio.

MALDICIÓN!!